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La Triste Historia de un Técnico de Sonido

Esta historia, le parecerá al lector, un extracto de alguna película de los Marx Brothers o pura ficción. No obstante, quiero dejar claro desde un principio que, absolutamente todo lo presentado, es una de tantas anécdotas tragicómicas con las que me he topado, en este circo de mundo llamado vida. Se trata de un puñado de pequeñas vivencias que hacen que uno, estalle de risa y unas pocas y grandes vivencias que pueden matarte en una catarsis de risa.

 

Todo empezó a las 4 de la tarde de un año que no recuerdo y de una estación sin nieve, seguramente verano, finales de primavera o principios de otoño. Como decía, quedamos a las 4 de la tarde en la población de Gavà para salir hacia Andorra. Mi cometido era sonorizar una banda de Pop. Al cantante, que era Guardia Civil, le prestaron un furgón. Justo al arrancar destrozó el espejo de un taxista. En breve me enteré que no íbamos a Andorra sino a Barcelona a cargar los instrumentos. Entramos con el furgón en una calle y el cantante, que era quien conducía, no sabía maniobrar y nos quedamos un buen rato encallados. Finalmente tuve que maniobrar yo y nos tocaron las 6 de la tarde.

 

Naturalmente, la salida de Barcelona a esa hora fue un atasco infernal y durante todo ese tiempo, el cantante no paraba de promocionar la calidad del equipo de sonido que llevábamos en la caja del furgón y que yo no había visto. De nuevo, el cantante cogió el volante ya que me dijo que se conocía perfectamente el camino, tan perfectamente que un momento en que me distraje, cogiendo una botella de agua del suelo, el conductor, gira por un cruce y nos vamos dirección a Lérida...

Durante el viaje nos subimos por una acera y casi volcamos. ¡Suerte! que dijo: "Paro a mear", momento en que aproveché para decirle que cogería yo el volante dando como excusa que me mareaba. Era bastante complicado conducir mientras escuchaba sus comentarios hablando de condones y de las mujeres con las que, literalmente, se follaría. A todo ello hay que añadir que, en el aparato de sonido del vehículo, no paraba de sonar una música insoportable de "los Maita no sé que venden"...

El combustible se tiró gota a gota y llegamos a la frontera de Andorra en reserva. La llegada al local era a las 7 horas de la tarde y a las 8:30 todavía estábamos en la frontera. Entonces, la Guardia Civil fronteriza, no nos permitió la entrada con los instrumentos. Naturalmente, el cantante hizo uso de su documentación de policía y no hubo problemas. El guardia fronterizo, cabe decir, que casi me da la mano. Por suerte no lo hizo, pues mi cara denotaba que empezaba a estar harto de esta historia y eso que ¡acababa de empezar!

El guitarrista no llevaba las púas para tocar la guitarra, con la previsión de comprarlas en Andorra y como es natural, todas las tiendas estaban ya cerradas así que tuvo que usar el instrumento con los dedos. Lo mismo sucedió con las baterías de los pedales de efectos para guitarra. Llamaron a su cuñado que vive en Andorra para que les comprase dos pilas de 9 voltios y éste, apareció con dos pilas de 4,5 voltios. También compraron un minidisc cuya operación fue bien de puta casualidad.

Seguidamente, con el furgón, seguimos al cuñado que iba en motocicleta y que parecía la "hormiga atómica" hasta llegar al hotel Gavos. Al llegar al hotel, el cantante y el guitarrista decidieron dejarme vigilando el furgón mientras ellos iban a buscar las llaves y visitar la habitación. Luego me enteraría que se fueron de copas, algo que ayudó a desencadenar los siguientes acontecimientos. Y es que esto no es más que el principio. Sigo...

Llegamos a la sala de la actuación, Quasiqué. Apareció el dueño con un cabreo de la ostia debido al retraso y que se incrementó cuando el cantante dijo que no quería empezar la actuación hasta que se duchase mientras preguntó a todo el personal si alguien tenía gomina.

Empezamos a descargar el equipo y abrir las cajas del "Esto es un superequipazo". El guitarrista comentó que no hacía falta tanto equipo. Total, que abro las cajas y fue como si me tirasen un glaciar encima de mi entonces cabeza con pelo. El contenido eran una montaña de mugre, óxido de hierro, polvo... Empecé con una camisa blanca y finalicé como un mecánico. Para rematar, cada uno de los cables (los equipos de sonido suelen llevar más de 50 conexiones) no llevaban etiquetas. Bueno, sí que las llevaban pero se habían borrado los números así que se me presenta una pesadilla de conectar, desconectar, probar, enganchar... Sudé y sudé hasta que esa cosa sonó y claro, muchos watios pero muchos watios oxidados. El sonido era nefasto o lo que los técnicos de sonido decimos "suena a pedo".

El concierto debía empezar a las 12 de la noche y con tantos imprevistos empezó a las 2 de la madrugada. El público se fue y sólo quedaron 6 chicas y 2 chicos, muy animados todo sea dicho.

Las peticiones del cantante eran las de conectarlo todo, colocar toda la microfonía, filmarlo en vídeo... Así lo hice pero sólo di señal a 8 pistas de las 20 que soportaba la mesa. Nadie se enteró porque no hacía falta más. Murphy atacó en el momento en que decidieron conectar el minidisc a una de las salidas de la mesa y dado el estado de la misma, dejó de funcionar el canal derecho del máster. Tardé en percatarme pero cuando lo desconecté y volvió a sonar el canal derecho, se acopló un micrófono con tal virulencia que todavía tiemblo.

Empezó la actuación, con el cantante tirándose por el suelo e intentando ligarse dos rubias. Como no se comía un rosco, el resto de músicos no paraba de reírse de tal espectáculo. Y por supuesto, yo también. Todo sea dicho que si aguanté toda la actuación era porque estaba de pie porque la verdad, me moría de sueño.

Cuando acabó esta pesadilla de actuación fui al lavabo a limpiarme las manos ya que, estaban llenas de tinta y aproveché la ocasión para pedirle a la chica de la barra que me pasase un par de birras. Me dijo que hablara con Gaby, el jefe. Acudí a hablar con Gaby y me dijo de mala gana que "esto no puede ser. Lo único que quiero es emborracharme". Finalmente, cuando Gaby se tranquilizó un poco me comentó que quería hacer más eventos y que contaba conmigo. Fue una de los momentos buenos de la noche.

El cantante y el guitarrista habían quedado don dos rubias para ir a una disco llamada algo así como "Blau" y como no traje mi coche me tocó acompañarlos. Las rubias se adelantaron así que me quedé con los músicos tirado por las calles de Andorra la Vella. Tocaron las 4 de la madrugada y tras romper, con el furgón, parte de la acera del local, romper el tubo de escape y puesto que desconocíamos el paradero de la discoteca, teníamos que ir preguntando a las pocas personas que había por la calle, imaginad la hora... El guitarrista, que todo el viaje decía que no le pondría los cuernos a su novia ya estaba pidiendo condones.

 

Fue pasando el tiempo y no había forma de encontrar la dichosa discoteca así que uno de los transeúntes nos sugirió que tal vez ya estaría cerrada, momento en que aproveché para preguntarle por algún sitio donde pudiésemos comer algo. Nos dirigió a una gasolinera de la compañía ESSO.  Me hice un bocadillo de tortilla de patata cortando el pan con las manos. No tomé nada de beber ya que mi deseo es que acabase esta dichosa pesadilla. ¡Ellos no comieron nada para no gastar! Y ante la posibilidad de llenar el depósito en Andorra, donde el combustible es más barato, se negaron y volvieron al famoso cuentagotas.

Finalmente se decidió ¡ir a dormir al hotel!. Madre de Dios lo que nos esperaba. Nadie sabía encontrar el hotel. Pregunta aquí, pregunta allí... Les dije que se encontraba en la parte este del valle pero los puntos cardinales no eran lo suyo. La gente y la policía nos decían "derecha, semáforo, cien metros, arriba, abajo...". Se hizo de día buscando el puto hotel. Y sin seguir mi consejo nos dirigimos hacia el oeste, o sea, hacia la Massana. En este momento nos perdimos tres veces más para acabar en el mismo sitio. O sea, tres giros de 360 grados.

Una nueva esperanza se presentó al topar con un colgado que al no conocer la ubicación del hotel se puso a llamar a todo quisqui por teléfono. Les sugerí dejar los coches y coger un taxi pero eso les sonó a petición para ricos. Joder, yo no es que fuese rico pero estaba harto y cansado. No podía con toda mi alma. Seguimos buscando por calles en dirección prohibida, cruzando puentes de ríos... Deseaba de todo corazón que la policía nos detuviese o acabar en un hospital,  con el que nos cruzamos decenas de veces, fingiendo que tenía alguna dolencia y poder pasar, ni que fuese unos minutos, tumbado en una camilla.

Al amanecer, encontramos el hotel. Sugerí aparcar cerca pero no quisieron. ¡Había que aparcar en la puerta! Así que en el intento, nos dimos un castañazo contra un Nissan Terrano. El furgón empezaba a dar pena. Finalmente, el cantante nos dejó en la puerta del hotel y se fue a dormir a casa de su cuñado. I al entrar en la escalera del hotel sucedió lo más fuerte de todo.

Anteriormente he comentado que al visitar el hotel por primera vez y coger las llaves, el cantante y el guitarrista se fueron de copas... Bien. A los muy burros se les olvidó el número del piso de la habitación. Así que por si no tuviésemos bastante ahora tocaba ir piso por piso probando si la llave habría alguna puerta. Yo ya no podía más y me dio un ataque de risa por la escalera. Y, no os lo vais a creer... Cuando por fin se abrió una puerta ¿que es lo que se nos presentó? Agárrate lector...

Abrimos la puerta con la ilusión de que esto había terminado y, tras ella, aparece un pasillo donde había unas 100 puertas individuales más. Y claro, nadie recordaba qué puerta debíamos abrir. Los huéspedes dormían profundamente y el baterista cogió la llave y empezó a probar puerta por puerta. Por si fuese poco, al segundo guitarrista le entró un ataque de hipo. Sea como sea, nadie abrió ninguna puerta. Los huéspedes debían estar asustados con los intentos de apertura y el hipo del guitarrista.

Me tumbé en el pasillo y me puse a fumar y a dormir. Iniciativa a la que también se acogió el bajista. El pasillo estaba lleno de humo de tabaco hasta que al final, se abrió la puta puerta y pudimos... ¡dormir!

El resto de la historia, el retorno hacia Barcelona, fue menguando en cuanto a emociones pero no por ello dejaré de comentarlo.

Llegó el momento de repartir las ganancias. El cantante había perdido 90 euros y empezaron a pelearse, especialmente con el bajista. Finalmente los pude convencer de seguir la discusión en Barcelona ya que algunos no pintábamos nada en ese afer.

Volvemos a la gasolinera ESSO para llenar unas gotitas más de combustible y trompazo que te crió contra el poste de gasolina. Por suerte el poste resistió, sólo se ralló, pero el furgón se quedó sin intermitente. De repente, me pasó por la cabeza que tal vez no llegaría vivo a Barcelona así que entré en el coche del bajista y me apuntalé en el asiento.

Entre ellos siguieron discutiendo y los hice parar en el supermercado "Mamut". Aproveché para comprar un queso y una tableta de chocolate familiar. Ellos, evidentemente, no compraron nada y aprovecharon para seguir con las discusiones. Cuando terminaron me había comido la tableta de chocolate entera.

Finalmente continuamos el viaje. Lo último que recuerdo, mirando por el cristal trasero del coche del bajista, es que el furgón, con el cantante y el guitarrista dentro, se despistaron en un cruce y desaparecieron entrando en la Seu d'Urgell.

El resto... Llegué a mi casa a las 8 de la tarde.

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