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Cierzo

(primera versión)

Entre tu alma y la mía

no pudo pasar ni un suspiro de aire que no fuese el nuestro

más el viento, también nos abrazó

 

Había una vez, una niña llamada Cierzo que vivía en la pequeña villa de Bejís. Tenía dos hermanas mayores y vivían todas juntas en una casa con sus padres.

 

Cierzo tenía una maldición, cuando se enamoraba el viento soplaba y cuanto mas enamorada estaba mas fuerte era el viento.

Tanto los habitantes de la villa como sus padres y hermanas, odiaban el ruido del viento llegando a enloquecer si duraba muchos días. Para poner solución a ello, los padres de Cierzo la encerraron durante muchos años en su casa, haciéndola trabajar como sirvienta.

Mientras sus hermanas se divertían, Cierzo lloraba encerrada en su habitación. El aire dejó de soplar en la villa...

Al cabo de unos años, Cierzo creció y se convirtió en una jovencita muy guapa aunque, siempre iba despeinada y con ropa medio rota. Una noche fría, en la que los padres de Cierzo y sus hermanas se fueron al baile, llamó el cartero. Traía una carta urgente para su padre. Al verse, se enamoraron y el amor fue tan fuerte y verdadero que el viento empezó a soplar como nunca se había visto en la villa.

La gente del pueblo y sus familiares  estaban enfadados, ya que el viento, no paraba y no sabían porque sucedía tal cosa. A la única persona que le gustaba el viento era al viejo “Tío Rojo”, un campesino que vivía en una casa al final de la villa. El “Tío Rojo”,  sabía que Cierzo y el cartero estaban enamorados y que por eso soplaba el aire pero nunca se lo contó a nadie. Decía que sus paisanos estaban amargados y que por eso no podían soportar esa bella música que hacía el aire y que un mundo sin aire sería como un mundo sin amor.

Una noche, en la que Cierzo y su novio estaban juntos, sus padres los descubrieron. Los encerraron en su casa y decidieron matarlos. Fue entonces cuando el aire entró por la ventana y se llevó a Cierzo y al cartero lejos de allí, a las montañas. El “tío Rojo”, de vez en cuando, les llevaba algún alimento y se lo dejaba en lo alto de la Peña Escavia, una de las montañas mas altas de la zona,  aunque nunca los llegó a ver.

Desde entonces, el viento sopla cada vez que Cierzo besa a su novio y parece ser que todavía viven, porque de vez en cuando hace aire, a veces mas fuerte y a veces una simple brisa. Gracias a ellos podemos escuchar de vez en cuando esa dulce música del aire.

 

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