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Hola muerte

Lo primero que vino a la cabeza, cuando me dijeron que tenía cáncer es que iba a morir. Es algo que a toda persona que le pronostican esta enfermedad le sacude la visita de la muerte inevitable. En mi caso, tras esta sensación, lo siguiente que me vino a la cabeza es que menuda vida asquerosa había llevado para acabar muriendo. No fue así, poco a poco me fui encontrando mejor y tras unos años de intranquilidad volví al mundo habitual pero cambiado, ya nada iba a ser igual. No permitiría que si alguna vez la Parca venía a visitarme me cogiese por sorpresa, permitiendo que mi vida fuese como había sido durante 28 años. Así que tiré la casa por la ventana, muchas cosas por las que la gente habitual suele preocuparse pasaron a ser auténticas comedias en mi mente. Aproveché días tras día como si fuese el último para hacer todo lo que quería hacer. Así pasaron días, meses y años e incluso llegué a saturarme de tantas sensaciones, unas buenas y otras malas, pero que hacían que me sintiese vivo de verdad. Llegó un momento en el que desafié a mi propia mente afirmando que si de nuevo

me pronosticaban una enfermedad mortal me lo tomaría a risa. Y así fue, a los 46 años me diagnosticaron otro cáncer y me lo extirparon. En principio todo quedó ahí pero los médicos me avisaron que de seguir por el mismo camino no viviría mucho. Bueno, digamos que un poco me he pausado en mis hábitos y debo admitir que siento cierta nostalgia, al ver la cara de los jóvenes médicos que me tratan cuando me escuchan, ya que sienten que su trabajo, no tiene el sentido que debería tener, por ser su paciente. A mí me gustaría dejar a los médicos un poco tranquilos diciéndoles que lo verdaderamente importante en una persona es su alma y en mi caso, mi alma y mi corazón son muy bien tratados. Como decía Goethe "trato a mi corazón como a un niño pequeño, le doy todo lo que me pide".

Naturalmente que querría hacer más cosas, más viajes, tener más amigos, ver a mi hija más mayor, ser abuelo, ver más concierto, ir al Cañón del Colorado... Esto es innato en todo ser humano. Pero haciendo balance de lo vivido me siento muy satisfecho y feliz. He vivido sensaciones y he estado en lugares tan diversos para mi manera de ver las cosas que harían falta muchas vidas en otras personas. Personas que cuando las veo me me parecen muertos vivientes.

Últimamente he estado trabajando con niños con problemas. Muchos de ellos cantan a los cuatro vientos sus planes de suicidio. No es que me los crea pero tampoco es para conjeturar que no hay un problema. Yo no puedo decir gran cosa sobre este tema. Lo que sí puedo aconsejar es el de procurar vivir, darle al corazón lo que te pida, teniendo en cuenta que no siempre podrá ser así y disfrutar de las pequeñas alegrías de la vida. Habrá quien decidirá tirar la casa por la ventana como yo y habrá quien será más moderado pero, el nivel de sensaciones que uno necesita es muy personal y en eso, cada uno debe escucharse y no dejarse influir por la opinión de nadie.

Aprovecho este ensayo para decir adiós al que me lea y que no me tenga pena, pues sinceramente, me lo he pasado pipa en esta vida.

© 2018 por Daniel Bayona.

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