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Juicios humanos

La única ley verdadera es aquella que conduce a la libertad (Richard Bach)

 

Si consideramos a los hombres como unos seres que construyen y destruyen, una de sus mayores creaciones a favor de la destrucción es sin lugar a dudas la ley. Decía Bruce Lee que son los estilos los que dividen a la gente en el momento en que se convierten en leyes. Bruce Lee dijo esto en referencia a los estilos de artes marciales pero tal cita podría aplicarse a las formas de comportarse y actuar en diversos estados culturales, sociológicos o nacionales. Así como Bruce Lee defendía un arte marcial pragmático para lograr una meta determinada, si lo aplicamos a la vida en sí, uno podría ser pragmático con su propia ética y su sentido común. Una vez me escandalicé cuando un cliente, abogado, me dijo que la ley era un caos porque cada día aparecían dos mil leyes nuevas. Es de sentido común acoger positivamente las creaciones de artistas, médicos o científicos pero, el descarrío de convertir la ética en leyes y crear tomos y tomos, como si de la historia universal se tratase, tal vez sea uno de los mayores crímenes a la humanidad conocidos desde hace milenios. No hay absolutamente nada en este mundo que cambie más rápido que las leyes humanas. Yo que durante muchos años me he considerado una persona justa he acabado odiando lo que a mi entender podría ser una virtud y he preferido considerarme un pecador, empezando por las leyes de la biblia, paseando por la constitución y finalizando con las leyes de los políticos que nos gobiernan. La justicia es para los justos y la gracia para los pecadores decía Hermann Hesse y es que tras saborear el panorama uno prefiere ser juzgado por la gracia divina que por cualquier juez.

 

Buscar las mismas leyes para todos es un crimen ya que cada persona es distinta. Por lo tanto, las leyes deben ser subjetivas. Esto, que a priori puede escandalizar a cualquiera, merece ser reconsiderado ya que, no hace falta decir que el castigo de un pobre que ha robado cierta cantidad de dinero para comer no se merece el mismo castigo que un político que ha robado una ínfima cantidad de dinero público. No hace falta hacer muchos cálculos para llegar todos a la misma conclusión. De hecho, todos sabemos que las leyes son subjetivas, para favorecer a los ricos, naturalmente.

 

El espectáculo de la ley hace milenios que existe y al igual que un circo romano se nos brinda la posibilidad de defendernos frente a los leones. De vez en cuando gana el inocente para evitar revoluciones pero el resto de ocasiones, todos conocemos los fatídicos resultados. Como todo circo, teatro o espectáculo encontramos varios actores y uno de los que más me llama la atención y que nunca falta es el juez. No entiendo porque debe existir la figura de un juez y una separación de poderes entre el poder judicial y el poder legislativo ya que, es éste último, legislará en su conveniencia anulando la figura de este personaje, de oscuros ropajes y  traidor a la ética, siendo un mero ejecutor de unas leyes planificadas por otros poderosos que están por encima de él. En resumen, prefiero llamarlos jueces que es lo que son o mejor dicho, jueces de las leyes humanas ya que jueces, todos podemos serlo. El juez, insensible al dolor de la sentencia, no tiene derecho a condenar (Tagore) y es que la ley de la naturaleza, con todo lo brutal que pueda parecer, tiene más de ética que cualquier ley humana.

 

Decía Tagore que la ley que se dicta en mayo es mejor quebrantarla en diciembre. Y llegados a este punto, debemos tener en cuenta que tal vez en diciembre seamos juzgados así que, me he tomado la libertad de hablar del espectáculo del juicio y ya sea dicho de paso, comentar un pecado por el que no seremos sentenciados por los hombres, tal vez lo seremos, por la gracia divina pero nunca por los hombres si se hace bien. De todo lo que puede decir un acusado en un juicio, nada hay que desafíe y odie más un juez, un fiscal o un político que la mentira. El pecado de la mentira es tan temible en un juicio que tanto el acusado como los testigos serán advertidos que podrán ser castigados en el caso de mentir. La palabra "cárcel" llega a los oídos de los testigos como una nube de tormenta negra y amenazante, convenciendo a la mayoría de ellos de encomendar sus destinos y el del acusado a la ética de los hombres y no a la de su propia naturaleza.

 

Carmen, una señora anciana, rica, sabia y en resumen, un espíritu libre, fue la primera en aconsejarme sobre el uso de la mentira en un juicio. Así lo consulté una vez a un juez de paz quien me dijo que Carmen estaba muy cerca del infierno. ¡Qué sabrá un juez de paz sobre el infierno! Y así es. Los que van con la verdad por delante frente a un juicio acaban siendo sentenciados fatídicamente. Siempre me he mostrado defensor de la verdad pero en un escenario de falta de; sentido común, ética y lógica natural, la verdad es como una piedra arrojada en medio de la lava de un volcán, fundiéndose y desapareciendo como si jamás hubiese existido.

 

Cuando el acusado y los testigos se encomiendan a la gracia divina deben ser realistas y fríos para no acabar encomendados al destino de las leyes humanas. En ocasiones será inevitable la sentencia del juez pero tal vez, gracias a la mentira, la pena pueda ser muy inferior.

 

Las técnicas son bastante fáciles en teoría pero llevarlas a la práctica requieren ensayos, mentes frías, astucia y audacia.

 

En primer lugar hay que crear un guión exhaustivo sin dejarse ningún detalle, tanto para el acusado como para los testigos y ya sea dicho de paso, para el abogado defensor, del que desconfiaremos desde el primer momento, salvo que sea nuestro amigo de toda la vida, naturalmente. Recordemos que todos seremos amenazados sobre el uso de la mentira, con el propósito de desmoronar, espiritualmente y ya desde el principio, a cada uno de nosotros. Pasada esta primera amenaza, seremos consultados y deberemos responder exactamente con nuestro guión. En juicios muy tortuosos, se considera una persona que miente la que repite el mismo guión con puntos y comas una y otra vez. Los juicios tortuosos no están muy latentes en mi época pero, antaño o en casos de dictaduras  y países en guerra, vuelven a resurgir con toda su virulencia.

 

Como podrá observar el lector, la teoría sobre mentir en un juicio es muy fácil, puede escribirse en un párrafo de diez líneas, será la práctica y los ensayos los que nos darán la victoria frente a este espectáculo. En el caso de hacerlo mal o no verse capaz, deberemos seguir con nuestro honorable sentido de la verdad y aceptar, de antemano, la condena.

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