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Todos somos iguales

Quisiera mantener unos escritos con cierta, llámese clase pero cada vez que escucho esta especie de axioma de que "todos somos iguales" lo primero que me viene a la mente es la gran frase que dijo algún sabio anónimo de "y una mierda". Y es que la realidad es todo lo contrario. Nadie es igual. Yo no soy igual que mi vecino que vive del trabajo de los demás ni soy como Jesús de Nazaret. Unos nacen en tierra de abundancia y otros en el tercer mundo. Unos nacen con una salud de hierro y otros no. Y así, poco a poco, cuando lo respondes a quien ha usado la famosa máxima del socialismo te responden siempre con la misma respuesta. "Me refiero a que todos tenemos los mismos derechos". Y aquí volvemos de nuevo a lo mismo. Tal vez habría que decir que ¿"todos deberíamos tener los mismos derechos"? Pues bien, ni siquiera eso. Lo más triste de todo es que si un político roba millones de dólares tiene una amonestación mientras que un ladronzuelo que roba un anillo en una joyería cuando el joyero se despista es sentenciado duramente.

Es evidente que una madre separada con un hijo de pocos años o meses deberá tener más derechos que el padre pero cuando los hijos llegan a cierta edad, esta fingida igualdad se pierde, por ejemplo al disfrutar la madre de 26 días al mes de su hijo dejando el resto para el padre.

Hay algunos países algo más avanzados en algunos temas. Un caso curioso es el de Canadá donde hay una reducción de pena para los asesinos que han cometido asesinatos cuando soplaba el viento del norte. Cierto es que el viento del norte está cargado de iones positivos y que alteran el carácter de la gente. Algo similar sucede con la luna y no digamos con el uso de ciertas drogas duras como sería el alcohol.

Sea como sea, la igualdad no existe, ni por naturaleza, ni por el uso que se hace de las leyes ni por el uso que hacemos en nuestras elecciones de la vida.

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